Jardín Nazarí de Vélez de Benaudalla

El mundo islámico se caracterizó por un acentuado interés por la naturaleza, llegando a tener sus jardines una función más amplia que la meramente estética. Así, a lo estético y espiritual, se unió la función psicológica, botánica y alimenticia. Un recinto reducido y fortificado, donde se manifestaba no solo la belleza del paisaje, sino el intento de recrear ese Paraíso Deseado donde poder relajar el cuerpo y el espíritu en un lugar donde la paz abunda en cada esquina, un sitio donde aclimatar nuevas especies llegadas de otros territorios y que produjese alimentos para poder abastecer a la población.

Así, el jardín nazarí de Vélez de Benaudalla es un buen ejemplo de dicha aspiración, con un diseño que aunaba el deleite con un gran aprovechamiento agrícola, basado en una buena organización y distribución, y en el acondicionamiento del agua, lo que permitía una buena aclimatación de las diferentes especies botánicas nuevas y donde dominaban las plantas aromáticas. Obviamente, el agua está presente en todo el recorrido, ya sea bien por las cascadas que se forman o por los diversos estanques y albercas que nos encontramos, pasando de ser una necesidad a la propia esencia del recinto. Efectivamente, las acequias cumplen la función de elemento vertebrador de este jardín.

Además, también era importante la presencia de diversos árboles frutales, con las palmeras datileras alzándose sobre el territorio.